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Vuelve la fiesta a Carranza

El cadismo recupera la sonrisa al tiempo que vuelven los triunfos a Carranza. Por la posición en la tabla de cada uno muchos habrían apostado fácil por un 1 en la quiniela, pero lo cierto es que la diferencia entre ambos estuvo en el

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El cadismo recupera la sonrisa al tiempo que vuelven los triunfos a Carranza. Por la posición en la tabla de cada uno muchos habrían apostado fácil por un 1 en la quiniela, pero lo cierto es que la diferencia entre ambos estuvo en el acierto de cara al marco rival. El Córdoba puso en serios apuros a los hombres de Espárrago, y generó muchísimas ocasiones de gol, haciendo peligrar la victoria en muchas fases del partido. Viendo el choque de hoy, uno no se explica que este equipo cierre la clasificación en Segunda. El Cádiz por su parte tuvo muchísima más capacidad ofensiva que en sus últimos compromisos ligueros, y supo esperar su momento. Cuando éste llegó, no perdonó, sumando así tres puntos de oro. Cualquier otro resultado hoy podría haber supuesto un serio daño en la línea de flotación de la moral del entorno, que tras el 3-1 ve mucho más factible el ascenso a la máxima categoría.

La salida del equipo amarillo fue electrizante, quizás contagiado por el entusiasmo de la afición, que gritaba y cantaba, exultante cual niño con zapatos nuevos viendo como su estadio empieza a parecerse a lo que un recinto deportivo debe ser en el siglo XXI.

Los cadistas no sólo estaban dispuestos a controlar el balón y jugarlo con sentido (hecho probado por la decisión de Espárrago de dar la medular a Manolo Pérez ante la baja de Suárez), sino también a no dejar que el Córdoba tuviera el más mínimo instante de tranquilidad. La presión de los locales era asfixiante, fue cual fuera la parcela por donde jugaban los blanquiverdes. Éstos demostraron pronto sin embargo que no venían de comparsa: en el minuto 5 Armando tuvo que hacer la primera parada de la tarde, en un lanzamiento de falta directo de Cristian Álvarez que se colaba por la escuadra.

Esta acción hizo recapacitar a todos, y el partido bajó algo su ritmo, que habría sido imposible de aguantar de seguir así. El Cádiz, como tantas y tantas veces, era quien tenía la posesión y la iniciativa, mientras que el cuadro califal explotaba la velocidad de sus jugadores más rápidos para tratar de sorprender a la contra. El primer acercamiento con peligro de los locales fue también en una falta que remató Fleurquin fuerte pero centrado. A reglón seguido otra acción que requirió la pericia del Zamora de la categoría: Ruano recibía en el área y tras fintar a Velázquez, largaba un zurdazo al que el guardameta respondió con una espectacular parada. El partido estaba vibrante y con las espadas en todo lo alto.

La lesión de Velázquez no alteró el esquema de juego, puesto que Raúl López desplazó a Varela a la derecha y todo quedó igual. El jerezano llegó con un pan bajo el brazo: apenas medio minuto llevaba en el campo cuando Fleurquin robó un balón en la medular, se la dio a Oli y este con una inteligencia tremenda, se la pusó a Sesma que con un sutil toque superó al portero. La alegría se desbordaba en Carranza, que veía abrirse la lata y un horizonte muy esperanzador ante sí.

Tras el gol, el Córdoba no reaccionó. El Cádiz estuvo a punto de hacer el segundo en dos lanzamientos de falta de Manolo Pérez: en el primero el balón se paseó sin que nadie consiguiera conectar para marcar, y en el segundo el centro se fue envenenando y terminó por dar en el larguero. Los de Rodríguez no renunciaban a nivelar el marcador, pero ya sabemos de la eficacia defensiva de este Cádiz cuando con el resultado a favor.

Sorprendentemente, los amarillos concedieron el empate en un error defensivo. Villa robaba en una acción que no tenía mayor peligro, y encaró completamente solo a Armando, al que fusiló sin piedad. Había que empezar de nuevo. El gol, por la forma en que se produjo, supuso un mazazo para la escuadra local, que quedó algo grogui. El Córdoba salía a la contra con peligro, demostraba que si no se tomaban las precauciones necesarias, podía hacer aún más daño.

Volvió al partido el equipo cadista con una falta directa de Manolo Pérez que salvó Saja con una bonita estirada, y con una posterior volea (a la salida de un córner) de Enrique que por poco no parte el palo largo del cancerbero visitante. Pero aunque lo intentó de todas las maneras posibles, el Cádiz tuvo que marcharse al descanso con un empate a todas luces injusto.

La segunda parte empezó con un susto que puso el corazón en un puño a la parroquia local: Anderson remataba de forma espectacular un centro desde la derecha, que paró Armando y luego pegó en la cara interior del palo, para salir luego fuera. Clara prueba de que los cordobeses , a diferencia de otros equipos, venían a Carranza a ganar, y que a pesar de su posición en la tabla, creaban mucho más peligro que otros conjuntos mejor clasificados.

El partido entró a continuación en una dinámica poco ventajosa para los intereses amarillos. El Cádiz sufrió un poco de ansiedad por querer atar el triunfo cuanto antes, y perdió precisión y orden táctico. Todo ello potenciaba las habilidades y el planteamiento del Córdoba, que aprovechaba los malos pases para salir a la contra y poner en apuros a los de Espárrago. Cuando peor pintaban las cosas, llegó el penalti sobre Oli, que no fue discutido por nadie. Manolo Pérez tenía una gran responsabilidad ante sí, pero como siempre, el catalán la pegó al palo y aunque Saja adivinó el sitio, nada pudo hacer.

Con un estadio entregado, probando la resistencia de las gradas botando hasta el agotamiento, y un Cádiz crecido, todo estaba sembrado para que llegara el tercero, que apenas tardó unos minutos. Oli disparó desde fuera del área, Saja despejó con mucho mérito, pero no pudo evitar ver llegar a Enrique, que fusiló el tercero, dejando el resultado sentenciado. Por primera vez en mucho tiempo, la ola daba la vuelta entera a Carranza, conectada ya por las cuatro esquinas. La cara amarga era ver la desolación que reinaba en la parte de la grada de color verde y blanco, que sabían que con este resultado la permanencia se ponía muy complicada. Toda la suerte del mundo para ellos de ahora en adelante.

Lógicamente, el cuadro cordobés se vino abajo, y el Cádiz fue un ciclón. La calidad técnica de los locales empezó a brotar por todas partes, y las llegadas con peligro eran constantes. Así las cosas, y pasado el entusiasmo tras el tercero, el Córdoba quiso quemar sus últimas naves y por poco no lleva el miedo a Carranza. Primero Bilic cabeceó alto cuando tenía toda la portería para él, y luego Villa mandó un misil que hizo temblar el palo izquierdo de Armando. Pero por fortuna, la suerte no estuvo hoy del lado del equipo de Juan Carlos Rodríguez.

El partido concluyó con el cuarto, obra de Mirosalvjevic. El abrazo de todos sus compañeros habla bien a las claras de lo unido que está este vestuario. Todos sabían cuan importante era este gol para él, y aunque lo que prima es el interés del equipo, a nadie escapaba que este guiño para el serbio era un importante espaldarazo para él. Eso y el grito final de “Córdoba, Córdoba” del estadio Carranza coronaron una gran tarde de fútbol.