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Reseña histórica: El foso de los cocodrilos

El Área de Historia nos recuerda cuando el terreno de juego del Carranza tuvo un foso que lo rodeaba en su totalidad

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Desde 1981 a 2003, entre el terreno de juego y las gradas de Carranza, existió un foso que rodeaba todo el campo. Se trataba de una medida de seguridad, alternativa a las vallas metálicas, para evitar las invasiones de campo. Por su estado de suciedad, llegó a ser conocido como “el foso de los cocodrilos”.

Las vallas de seguridad que se colocaban entre las gradas y el terreno de juego para evitar invasiones del mismo fueron puestas en entredicho por FIFA tras las tragedias en Heysel (1985) y en Hillsborough (1989), donde muriendo muchos aficionados aplastados contra dichas vallas, que convirtieron las gradas en ratoneras. En Cádiz, unos años antes, en 1981, ya se tomó la decisión de retirar las vallas, optándose, como medida de seguridad alternativa, por un foso entre la grada y el terreno de juego.

El foso tenía una profundidad y una anchura de aproximadamente dos metros, estando cubierto, para mayor dificultad,  de medio metro de agua y cubierto de una fina red para evitar que los balones cayeran a su fondo. El foso terminó siendo utilizado como papelera de algunos aficionados, tirando allí todos sus desperdicios, con lo que, entre el agua enfangada y la basura acumulada, terminó convirtiéndose en un estercolero de basuras y bichos, cada vez más numerosos y más grandes. El cadismo lo bautizó como “el foso de los cocodrilos”, pues nadie descartaba que hubiese alguno por sus profundidades.

Su función intimidatoria fue la mayor del mundo, pues el miedo no estaba tanto en caerse y pegarse un buen porrazo, sino en las altas posibilidades de infección si uno terminaba cayendo allí. O que te comiera el cocodrilo, quién sabe. El cadismo lo elevó, por las situaciones creadas, a la categoría de “personaje”, ideal para motivar el cachondeo, algo que siempre viene bien.

El foso se convirtió en un elemento clásico de los partidos de Carranza, tomando protagonismo por sí mismo, tanto por la posible caída accidental de algún jugador o la de algún intrépido aficionado. En el primer caso sucedió, por ejemplo, con el cadista Quique Cárcel, por la banda de Tribuna; y también se recuerda la caída de un aficionado disfrazado de mono.

Cuando el balón llegaba al foso, podía quedarse sobre la fina red o caerse dentro. En ambos casos procedían para su recuperación los recogepelotas, otros personajes, que los pescaban con una especie de camaronera, un palo con una cesta de red, y lo devolvían al terreno de juego. Entonces se jugaba sólo con un balón y se cambiada sólo por autorización del árbitro cuando “desaparecía”, cosa que era habitual cuando el equipo local iba ganando. La habilidad de los recogepelotas era proporcional al resultado del partido en ese momento. Si el Cádiz CF iba perdiendo, enganchaban el balón del tirón y lo devolvían al campo inmediatamente; pero si iba ganando, se convertían en los más torpes del mundo, haciendo lo imposible para retardar su devolución y perder tiempo. Y con el cachondeo añadido de toda la grada, coreando con el típico “iiiiiii – in” cada intento fallido, que culminaba con un profundo “ohhhhh” cuando finalmente terminaba cayendo a las profundidades. A veces, el jugador del otro equipo, desesperado, terminaba arrebatando la camaronera e intentando él mismo la pesca. Si lo cogía rápido, bien, pero si no, el cachondeo de la grada se cebaba con él. Y lo peor era que, debido a la suciedad del foso, el balón salía impregnado en mierda. Los jugadores cadistas eran conscientes de ello, pero no los visitantes, por lo que cuando finalmente cogían el balón se pringaban asquerosamente de aquel infecto mejunje.

El foso de los cocodrilos desapareció cuando se iniciaron las obras de remodelación de 2003, pero sus vivencias y recuerdos quedarán grabadas para siempre en el recuerdo de muchos cadistas.

APUNTES HISTÓRICOS. Manolo Granado, Área de Historia Cádiz CF