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La Marea, una vez más

Verlo para creerlo. Hasta los mismos jugadores cadistas, que no son nuevos en esto, no podían dejar de admirarse ante la nueva superación que se ha hecho a sí misma la afición del Cádiz, también conocida como la M

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Verlo para creerlo. Hasta los mismos jugadores cadistas, que no son nuevos en esto, no podían dejar de admirarse ante la nueva superación que se ha hecho a sí misma la afición del Cádiz, también conocida como la Marea Amarilla, el pasado sábado, en el retorno de nuestro club al Santiago Bernabéu, para jugar ante el Real Madrid, en Primera División (no olvidemos que nuestra última comparecencia en el coliseo de Chamartín fue en la liguilla de ascenso a Segunda allá por el 97).

Desde el primer día en que se sacaron a la venta en Cádiz las entradas enviadas por la entidad blanca para la afición rival, se adivinó que algo grande estaba por llegar. El papel se agotó en apenas horas, y se solicitaron nuevas localidades, hasta que el Real Madrid no pudo rebañar más asientos para los nuestros (no podemos dejar de agradecer a los madrileños las enormes facilidades que nos han dado en todo momento para poder facilitar al mayor número de aficionados cumplir la ilusión de viajar a la capital de España para ver a su equipo).

A medida que se acercaba el pitido inicial, la expectación se iba desbordando, y los medios de toda España empezaban a interesarse por lo que la hinchada más fiel de la piel de toro iban a provocar con motivo del desplazamiento de su escuadra al Bernabéu. La tremenda hilera de autocares aparcados en la Avenida, cargados hasta arriba de ilusión y banderas amarillas, era la primera de una serie de imágenes que quedarán para siempre en el recuerdo de todos los aficionados al balompié de nuestro país, y por supuesto, de todos nosotros.

No sólo por carretera invadieron los cadistas la capital: trenes e incluso aviones sirvieron para desplazar a la Marea Amarilla, que se fundió como hacen las olas que rompen en la arena con los exiliados que hacen su vida cerca de la Puerta de Alcalá. Los actos a lo largo y ancho de la Villa que organizaron los cadistas tiñeron de amarillo una ciudad que habitualmente se debate entre el blanco y el blanquirrojo.

Nostálgicos del Carnaval que ya late en cada esquina de nuestra Tacita, la peña Nueva Andalucía, ni corta ni perezosa, se plantó en la céntrica calle Cádiz, junto a la Puerta del Sol, y organizó una “erizá” a la sombra del símbolo del Oso y el Madroño. El centro de Madrid estaba totalmente atestado de bufandas del Submarino Amarillo, para incredulidad de los viandantes, que jamás habían visto algo así.

Más nombres propios. La peña de Olvera, llamada Michael Robinson, no dejó escapar la oportunidad de honrar al personaje que les da nombre, e invitados por el Diario AS, visitaron las instalaciones del rotativo deportivo. Nada menos que 105 personas conocieron in situ cómo se elabora uno de los periódicos más destacados del panorama futbolístico nacional, y disfrutaron con la compañía del consejero cadista más popular.

Fue un día muy ajetreado para el de Liverpool, que horas más tarde era también homenajeado en la sede de la peña 1910, que quedaba así inaugurada. La ocasión no podía ser mejor desde luego. Este nuevo grupo de cadistas en Madrid nacía homenajeando a todo una insignia de nuestra mejor época, cuando las visitas al feudo madridista se repetían cada año, Pepe Mejías, en el día de su cumpleaños. Y como guinda del pastel, se personó también Sara Baras, que amadrinaba así un proyecto que por lo que se pudo ver junto a las Torres KIO (sede de la peña) tiene todos los visos de convertirse en otro referente del amplio panorama peñístico.

Por último, la peña Km0-Cádiz2 tampoco quiso ausentarse de una jornada tan señalada, y organizó una macrofiesta, que contó con la presencia de una ingente cantidad de camisetas amarillas. Cuando se acercó la hora del partido, pusieron rumbo, desde su sede, al estadio, regalando a la vista un panorama tan delicioso como impresionante: miles de cabezas tapaban el color del asfalto, en un hormigueo cada vez más numeroso que fluía con decisión a demostrar a todo el mundo porqué tiene que permanecer el Cádiz en Primera División.

Llegamos al Santiago Bernabéu, donde vemos con asombro cómo los tercer y cuatro anfiteatro del recinto madridista son del todo insuficientes para contener la avalancha de camisolas y pancartas que se ciernen sobre él. Mucho antes de comenzar el duelo, se inician los cánticos que no cesarían hasta muchos minutos después de darse por concluido el choque. Todos los socios madridistas, jóvenes y veteranos, acostumbrados a la inmensidad de su estadio, llegan y señalan al cielo, arriba, donde los cadistas se ubican y predican su religión, y cantan a sus dioses. “¿Pero cuántos han venido?”. Muchos señor, muchos.

Todas las emisoras nacionales de radio, presentes en el estadio, no pueden más que rendirse ante la tremenda demostración que están viendo, pese a su experiencia en tantos y tantos partidos de fútbol. Algunos dudan de si están realmente en el Santiago Bernabéu o el Ramón de Carranza. Desde luego, si uno cerraba los ojos, la respuesta se hacía diáfana como el reflejo del sol en las aguas de La Caleta.

Empieza el partido, se juega el choque, las gargantas no descansan, la ilusión no decae. Marca Medina, nos volvemos locos, ¡ay Dios mío, que lo conseguimos, que hacemos historia! Dos faltas, dos minutos, los puntos vuelan, la fuerza no decae. Marca Robinho, y los nuestros contestan: “Este partido, lo vamos a ganar”. Podremos caer, pero de aquí no se va nadie. Como si de un concierto se tratara, los jugadores cadistas no tienen más remedio que salir, media hora después del pitido final, a saciar a los suyos. Ni un solo medio de comunicación de toda España dejó de destacar el hecho. Mejor no pensar qué habría ocurrido si al final impera el 0-1. El hormigón no habría sido suficiente para sostener lo que no se puede sostener.

Poco a poco los amarillos van regresando a sus casas, con algo menos de dinero y sin puntos, pero con una sonrisa en la cara que toda España comentaba hoy en las oficinas, en el bar, en la tertulia: “Cómo son estos del Cádiz...”. Y lo que queda amigo mío, y lo que queda...

A todos los que animaron a su equipo y dieron ejemplo una vez más va dirigido este pequeño homenaje en imágenes que os ofrece el club y su página web oficial.