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Historia

Reseña histórica: Recuerdos de Mirandilla

El Área de Historia nos ofrece más datos sobre los primeros años de la entidad cadista

El “Campo de Deportes Mirandilla” fue el campo de fútbol de Cádiz durante veintidós años, de 1933 a 1955. Algunos de los cadistas más veteranos, como Alejandro Acedo, guardan en su memoria infinidad de recuerdos de aquel viejo campo. 

El paso definitivo del Mirandilla FC para erigirse en el equipo de Cádiz fue cuando en 1933 construyó el flamante "Campo de Deportes Mirandilla", situado en la avenida Ana de Viya, junto a la plaza de toros. Todo un hito en la ciudad, llegando a llamarse el “stadium”, pues los campos que había hasta entonces no pasaban de ser un terreno vallado, como los campos del Hipódromo o Velódromo; o dentro de un recinto privado, como el del Polígono de Tiro. 

El nuevo campo, el stadium, era un recinto amurallado, con una entrada principal con pórtico, que daba a la avenida, con casetas de vestuarios, enfermería, baños, dirección y hasta conserjería, regentada durante muchos años por Manolo Bueno, que había sido un extraordinario guardameta del equipo. El Mirandilla tenía una capacidad para siete mil espectadores, tenía gradas a ambos lados, siendo el resto de localidades de pie. Posteriormente se amplio con gradas en los fondos y elevación de las ya existentes. Su principal seña de identidad será el marcador, colocado ya después de la guerra, con dos grandes bombillas en cuyos interiores se indicaba el resultado del partido. El terreno de juego iba del mar a la avenida. 

El aficionado Alejandro Acedo es un volcán de recuerdos de aquella época, siendo un adolescente: “Recuerdo que iba siempre con mi padre, andando desde Cádiz, un paseo con mucha animación, aunque también había gente que iba en el tranvía o hasta en coche de caballos”. Alejandro guarda detalles que definen muy gráficamente la vida y costumbres de mediados de los cincuenta del siglo pasado: “Nada más entrar había un hombre con una mesita con naranjas, muy pequeñas, las vendía en lotes de cuatro. Mi padre me daba tres y él se comía una (…) No había fuente de agua y en los días de calor, pues los partidos solían ser sobre las tres de la tarde, iba un hombre con un bidón de agua en la espalda y una manguerita por donde servía vasos por dos gordas. Llevaba en el cinturón un par de vasos de cristal y todo el mundo bebía de los mismos vasos, unos tras otros. Le daba un enjuagoncito y listo para otro”. 

Los recuerdos de Alejandro son muy valiosos para tener una referencia exacta del Campo, pues la maqueta construida para su construcción, y que aún se conserva, dista mucho de la realidad: “Había dos localidades, Preferencia y General. La Preferencia irá la más cara y estaba situada en la grada de enfrente de la plaza de toros, teniendo un mejor acabado que el resto. La General era el resto de las gradas, los fondos y la grada de delante de la plaza de toros. Precisamente por la grada de la plaza de toro estaba la puerta por donde entrábamos la mayoría, pues por la principal sólo entraban los de Preferencia (…) Tenía varias filas de cemento, pero cemento del bueno, aunque en el fondo que daba al agua la grada era de madera. También había grada en el fondo que daba a la avenida, pero eran dos gradas pequeñas, una a cada lado de la portería. Precisamente por detrás de esta portería salían los jugadores al campo, pues allí estaban los vestuarios (…) Tras la última fila había un pasillo, que se llenaba de gente de pie”. 

Alejandro desmitifica algunas leyendas, como que el público de la plaza de toros se asomaba a ver los partidos, pues prácticamente nunca coincidían en horarios. Hay anécdotas de chavales que provocan su risa, como la cantidad de balones que salían fuera del campo y como la chiquillería se arremolinaba para cogerlos y entrar así gratis al campo. También había quien intentaba llevárselo, pero era complicado, pues la policía a caballo vigilaba los alrededores, sobre todo para evitar los posibles cuelos, ya que era fácil aprovechar los refuerzos de los muros para saltar al campo. “Muchas tardes, los chavales nos juntábamos en las afueras del campo, en la explanada con la plaza de toros, a esperar que saliese Manolín (Manolín Bueno, que años después sería gran futbolista, e hijo de Manolo Bueno, el encargado de la conserjería y del material) con algún balón que hubiera sido desechado, y jugábamos allí buenos partidos de fútbol”. 

Recuerdos, experiencias, vivencias que son un tesoro documental para escribir la historia a partir de la MEMORIA. 

APUNTES HISTÓRICOS

Manolo Granado, Área de Historia Cádiz CF