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Historia

Reseña histórica: Asalto a la sede cadista

El Área de Historia nos recuerda unos acontecimientos sucedidos en la antigua sede de la entidad hace dos décadas

Hace dos décadas, en la temporada 2000/01, se pasaron muchas vicisitudes estando a punto de desaparecer la entidad amarilla en manos de gente que vinieron a hacer negocio – Rafael Mateo, Antonio Mendoza e incluso un japonés, Masato Horita –, al final Antonio Muñoz y su grupo se hicieron con el Club. 

En aquella nefasta temporada, estando el club en manos del empresario jerezano Antonio Mendoza, buscó mil y una maneras de encontrar una solución al problema, pero siempre sin poner dinero alguno de su bolsillo. Así para rizar el rizo en todo este culebrón, el jerezano de un modo desesperado presenta a un nuevo socio, el agente FIFA japonés Masato Horita, gerente de la empresa “Suisen Nippón”. El proyecto que presentan a su llegada a Cádiz fundamentalmente va encauzado en relación a la reforma y utilización de los bajos del Carranza. Aseguran disponer de un buen número de millones para reflotar al club, pero no lo harán efectivos hasta que el Ayuntamiento se comprometa con el proyecto. Al parecer el dinero corresponde a uno bonos de un banco de Luxemburgo, lo que resulta bastante extraño para el Ayuntamiento gaditano, que notifica que sólo apoyará cuando el club pague los sueldos que adeudan a los jugadores, cosa que nunca sucederá.

En la tarde del 16 de abril de 2001, la sede del equipo cadista, en Cánovas del Castillo 21, será el escenario de uno de los capítulos más vergonzosos de la historia del Cádiz Club de Fútbol. Los dirigentes de Suisen Nippón, dan muestras de su “amor” por la entidad gaditana y de su intención de hundirla si a cambio de su supervivencia no obtienen algún tipo de beneficio económico.

Sobre las siete y media de la tarde, aprovechando que el director general, Fran Canal, se encontraba en Madrid junto con Antonio Muñoz y Jesús de Sobrino, concejal del Ayuntamiento, para firmar el contrato de compraventa del paquete mayoritario de acciones a Rafael Mateo, el abogado de la empresa japonesa y ex secretario del Consejo de Administración del club, el granadino Javier Ortega, se persona en la sede del club acompañado de un vigilante de seguridad y un acompañante más, con la intención de hacerse con diversa documentación. Ortega insta a los empleados del club a que le dieran las llaves del despacho del director general. Ante la negativa de los empleados, el vigilante de seguridad fuerza la puerta y se introducen en el mencionado despacho del dirigente cadista.

Los empleados del club, en vista de cómo están sucediendo los acontecimientos, deciden avisar a la Policía. Casi de inmediato se personan en la sede cadista un par de agentes de la Policía Nacional, los cuales intentan disuadir a Ortega para que desista en su intento de sacar documentación del club sin autorización alguna.

También se persona en la sede amarilla el cadista y abogado gaditano Miguel Iglesias, el cual media también en los hechos para evitar que la documentación salga de la sede cadista. Finalmente el abogado granadino desiste de sus intenciones iniciales, tratando de dar unas explicaciones convincentes de todo aquel altercado a los medios de comunicación que ya se habían congregado en la sede cadista. Ortega argumenta que simplemente obedecía órdenes de Masato Horita, quien le había encargado que obtuviese la documentación necesaria para llevar a cabo una auditoría.

Pese a que el abogado había desistido de su intento de llevarse los papeles a por los que venía, el problema ya era otro. La noticia se había transmitido de inmediato por la ciudad y sobre las nueve de la noche cerca de medio centenar de aficionados cadistas se habían congregado a la puertas de la sede cadista profiriendo gritos e insultos hacia ellos.

Los dos agentes policiales se ven obligados ante esta circunstancia a pedir refuerzos. Hasta el lugar de los hechos se tiene que desplazar un vehículo policial que, tras situarse en la puerta del edificio, proceden a sacar a Ortega y sus acompañantes. Viviéndose entonces los momentos de mayor tensión. La multitud zarandea a los asaltantes, los cuales reciben insultos de todos los colores, aunque finalmente pueden abandonar el lugar sin sufrir daños físicos.

Un par de guardias de seguridad se deben quedar en el club para velar por la documentación y los ecos de una tarde-noche esperpéntica.

 

APUNTES HISTÓRICOS_ por Juan Sevilla, Área de Historia Cádiz CF