Ante la caótica situación económica que atravesaba el Cádiz CF, su organizador, la edición XLVI del Trofeo Carranza estuvo a punto de no celebrarse. La decisiva intervención de Manuel Ruíz de Lopera, máximo mandatario del Real Betis, evitó que no se disputara el prestigioso Trofeo de los Trofeos.
Aquel verano del 2000 se podría catalogar como uno de los momentos más delicado de la centenaria historia del Cádiz CF. Con un latente abandono por parte del grupo Asesoramiento Deportivo Andaluz (ADA), empresa del Grupo Zeta, actuales propietarios del Club encabezado por su presidente Rafael Mateo.
Con esta desidia por parte de la organización del Trofeo, su celebración se iba convirtiendo en una quimera a medida que los días iban pasando y nada hacía presagiar un cambio en el pensamiento de las personas responsables de su celebración.
Ante esta difícil tesitura, apareció Manuel Ruíz de Lopera con la intención de evitar que el Trofeo Carranza dejara al menos por este año de celebrarse. El Ayuntamiento de la ciudad había tomado a última hora la decisión de organizarlo. Lopera, en un gesto que le honra, ofreció la presencia del Real Betis de manera gratuita al renunciar a los veinticinco millones que debía cobrar por su participación, con la condición que ese importe fuese utilizado exclusivamente para pagar las deudas existentes con los jugadores y el personal del club.
La afición cadista no fue ajena a este hecho y recibió al presidente bético con todos los honores el día del partido, recibiendo todo tipo de elogios y aplausos por parte de los presentes.
El partido no tuvo historia por la lógica diferencia existente entre los dos equipos. Ante la nada despreciable cifra de 10.000 aficionados, el Real Betis venció al Cádiz CF (0-3) logrando llevarse por tercera vez la monumental copa a ciudad de la Giralda.
APUNTES HISTÓRICOS_ por Juan A. Lebrero, Área de Historia Cádiz CF
