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Dicho y hecho. Todo el mundo se puso a trabajar en la capital aragonesa en pro de esa meta, y lo cierto es que hasta el más pesimista tuvo que admitir que había mimbres para volver a asomar la cabeza al menos por la Copa UEFA, y olvidar por mucho tiempo los coqueteos con la División de Plata. A excepción hecha de David Villa, al que no pudieron retener por más tiempo y que emigraba a Mestalla, y quizás el argentino Galleti (que fichó por el Atlético de Madrid), no hubo bajas significativas. Hombres importantes en el esquema de Víctor Muñoz (tercera temporada en el banquillo) como eran Savio (un estilete por la izquierda), Álvaro y Gabi Milito (valladares en el centro de la zaga), Movilla (el motor en la medular) o Cani (juventud y calidad por la derecha), se unieron otros que hacían pensar en gestas importantes: Sergio García (procedente del FC Barcelona tras su exitoso paso por el Levante) llegaba para poner los goles que ya no marcaría Villa, Ewerthon (un polivalente brasileño que en Borussia Dortmund dejó multitud de galopadas por ambas bandas), César (el guardameta que de no cruzarse con Casillas habría marcado una época en el Real Madrid y que volvía a su casa) o Diego Milito (hermano del zaguero y con un expediente muy importante en Argentina).
Sin embargo, las cosas no están saliendo en la ribera del Ebro. El Zaragoza es el equipo que menos veces ha ganado hasta la fecha (un único triunfo ante Osasuna), y actualmente atraviesa una racha especialmente negativa que le ha situado con los mismos puntos que las escuadras de descenso. No han marcado un tanto en 350 minutos, y siendo el rey del empate (ocho tablas en trece jornadas), en la liga de tres puntos no se llega muy lejos.
La grada ha empezado a pedir explicaciones, decepcionada por el rendimiento visto hasta hoy en las gradas de La Romareda, y algunos medios de comunicación zaragozanos hablan ya incluso de sustitución del entrenador, del que aseguran que tiene un fuerte desencuentro con su jugador Ewerthon que está enrareciendo el ambiente.
Ni que decir tiene que los maños llegarán a Carranza (tras parar previamente el martes en Jerez, donde se jugarán en Chapín el pase a octavos de la Copa del Rey) con la necesidad de vencer, y con la motivación de saber que una victoria podría romper la mala dinámica en que se hayan inmersos y les daría la tranquilidad necesaria para trabajar y liberar la calidad que poseen, y que en cualquier momento puede hacer rebrotar al cuadro de la Pilarica.