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Ahí se acaban las buenas noticias. El Mallorca tampoco hilvanaba ni hacía méritos para adelantarse, pero se encontró con un gol inesperado, casi regalado. Una falta que parecía no llevar más peligro, fue peinada por Víctor, y el cuero se alojaba en el fondo de las mallas.
Se notó entonces todo el peso de la lucha por la permanencia, y la ansiedad por puntuar, en las piernas de los jugadores cadistas. Los visitantes apenas salían de su campo, atenazados por el resultado en contra. Los baleares aprovecharon que su rival estaba grogui, y consiguió que el balón estuviera todo el tiempo en campo contrario. Con esto, no sólo aumentaba sus oportunidades de marcar el segundo, sino que alejaba el esférico de su portero, Prats, que era un espectador más en esta fase del choque.
Se mascaba tragedia. El Cádiz necesitaba como fuera despertar del coma en el que se encontraba. Lucas Lobos salió al rescate con un disparo lejano, que sin embargo obligó a Prats a realizar una parada de mérito. No era gran cosa, pero al menos, rompía la dinámica tan negativa que venía mostrando el Cádiz tras el 1-0.
El duelo se equilibró, aunque se volvió lento, carente de triangulación alguna, y así se llegó al descanso, tras una primera parte terrible para el espectador, sin apenas juego y ocasiones.
En la segunda parte cambió algo el panorama sobre el césped. El Mallorca salió más enchufado, y lo cierto es que tuvo opciones de sentenciar el choque. Apoyándose siempre en el eje Basinas-Arango, el cuadro bermellón fabricó llegadas para batir a Limia por segunda vez. Por poco no lo hizo el venezolano en el minuto 52, pero su cabezazo hizo temblar el palo del marco. Diez minutos después era Jonás quien probaba suerte, su chut desde fuera del área salía desviado por poco.
Obviamente a Espárrago y los suyos no les valía de nada la derrota, y no había nada que perder. Zafarrancho de combate. Suárez deja su sitio a Medina, y conforme se acercaba el pitido final, los amarillos asediaban como podían a Prats. Pero este Mallorca es otro desde que llegara Gregorio Manzano, y donde antes había debilidad defensiva, ahora hay orden y contención. Los andaluces se estrellaron una y otra vez en la zaga mallorquinista, y veían para su desesperación como se agotaba el tiempo.
Suspiro de desolación al señalar Daudén Ibáñez, con el marcador reflejando el 1-0. Podemos sentarnos a llorar nuestra suerte en los últimos duelos, pero lo cierto es que somos el Cádiz, y tenemos que saber que estamos condenados al sufrimiento hasta el último momento. Ahora toca apelar a la épica para derrotar al Atl. Madrid, a pesar de que los colchoneros viven un excelente momento de forma.